martes, 20 de noviembre de 2007

Por Mar - Quien inspiró la desición de crear este espacio

A ti, por dejarte crear.

Era fulminante ver aquella suave curvatura bifurcada por un surco imperioso y hondo.
Posé mi dedo donde finaliza su nuca y recorrí esa senda como oliendo, como saboreando, en fin, conociéndola con mi cuerpo.
-quisiera ahogarme en ese olor, ahogarme por siempre…
En este reposar edénico y lubricado antiguos acicates tenían un rol principal. Nuestros cuerpos ahora nuevos, inexplorados, desnudos, distintos, vibrantes y tibios, todos ellos bajo y por la influencia de aquellos artificios paradisíacos; propiciaban esta atmósfera de creación, o tal vez, de verdadera percepción sensorial, con la saliva como tacto y el olfato como ojos y los vibrantes colores y halos de luz que evocaban a la sensualidad, o la idea de la misma, en lo profundo de nuestro inconsciente.
- Olor, ahogo, hundirme, ahogo, calor, siempre, hundirme, siempre, siempre…
¡Dios! esas palabras eran lo único que mi laxado cerebro podía repetir en ese momento. Mi cabeza posaba sobre su espalda desnuda, mi mano viajaba libremente por toda su superficie y sentía algo estremecerse dentro mío, cuando veía mis dedos rozar apenas sus diminutos vellos, esos únicamente visibles a contraluz, casi como flotando sobre ellos, sobre ella, su vida, su mente, su alma, su fuerza.
Olas curvadas, negras y tentadoras, olas dueñas de su olor, inundaban ambos hombros, dibujando pequeños aros en las puntas. Entre las sombras podía distinguir ciertas formas de su rostro… yo la observaba embriagada de cada pulgada y la calentaba con mi piel…

Mar.